ALGUNOS TEXTOS

Las sensitometrías de José Caballero

 

Santiago Amón

 

    […] José Caballero propone a nuestro contemplar la uniformidad persistente de unos signos, pacientemente traídos de la nada, por él inventados y circunscritos a un nombre también de su invención: Sensitometrias ¿Cuál es la naturaleza de aquellos signos?  ¿Cuál es el sentido de este nombre? Nuestra glosa al quehacer más actualizado de José Caballero quiere ser mera aproximación, pretende sólo resumirse y quedar en respuesta cumplida  a ambos interrogantes. No tratamos de explicar su pintura (¿hasta qué punto la pintura es explicable?), nos limitamos a aproximar la mirada de quien la mira, a proveerla, en el mejor de lo casos, de una angulación peculiar.

 

Sensibilización al rojo vivo. Las obras de José Caballero, aunque sujetas a medida, son difusivas como el fuego. Conflagración entre el ímpetu de la llama y el rigor de la medida. Son como la realidad cuya entraña, según la entendió Heráclito, es lucha o tensión de opuestos. La trama de la vida -dijo el filósofo de Éfeso- es el fuego, de donde todo viene y a donde todo retorna, por vía ascendente y por vía descendente, a merced de un eterno antagonismo. Extremada difusión y condensación obediente a la norma ¿Qué quieren representar estas extrañas presencias? El pulso de lo real, que es como (fuego -de acuerdo con Heráclito- que se enciende y apaga con medida).

 

En la acción creadora de José Caballero, jamás la medida preside ni anticipa la génesis, el intrínseco hacerse de la obra. Se instala, muy al contrario, al final de cada frase, de cada microproceso, de cada modulación, para indicar, en última instancia y sin el recurso de consideraciones exteriores, el término o la clausura de la obra. El proceso de esta suerte, es pugilato entre el aluvión expresionista y el módulo de contención, entre el informalismo precipitado y la escueta concisión del número entre la voluntad de una expresión sin freno de la medida, latente, soterrada, opuesta como un dique, al final, siempre al final de cada microproceso, de cada fase.

 

El círculo de José Caballero es pura indicación, no contiene, como tal, enigma alguno; indica, más bien, lo enigmático del cielo en que apareció y del suelo donde fue visto. La parábola, en suma, quiere decir que lo verdaderamente asombroso es el lugar, sin fundamento cierto, sin presumible precedente, que a todos nos cobija. El enigma está en las cosas, dadas, ineludiblemente impuestas, con su faz conocida y su envés indescifrable. El signo de José Caballero es indicación o alerta ante lo enigmático del acaecer o traducción singular de la pregunta decisiva, sabiamente formulada por Heidegger: ¿Por qué es el ser en general  y no, más bien, la nada.

 

Catálogo de la exposición en la  Galería S´Art, Huesca, 1973 y en el catalogo de su exposición retrospectiva en la Galería Nacional de Sofia,( Bulgaria.) 1979.

 

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