ALGUNOS TEXTOS

José Caballero. Entre dos orillas que se han vuelto la espalda.

 

Jaime Brihuega

 

    […] En julio de 1936, Caballero se encontraba en Huelva, que pronto había de caer en manos de los sublevados. Las amistades y la actividad de Caballero le convertían en reo de sospecha, Llamado a filas en 1937, es destinado a Peñarroya, donde dibuja mapas y perspectivas militares. Caballero sabe que basta una malintencionada delación para perder la vida. Dionisio Ridruejo le reclama desde Burgos, lo que significa una protección  para la que debe pagar el precio de colaborar con las publicaciones del fascismo. Dibuja para la revista falangista Vértice y para el libro colectivo Laureados de España. Junto a su firma están las de D´Ors, Cela,, Alfaro, de la Serna, Samuel Ros, Teodoro Delgado, Laín Entralgo, Sáez de Tejada, Neville, Montes, Cunqueiro, Michelena, Correa Calderón, Viladomat y muchos otros. Unos por convicción, otros por arribismo, otros por pura supervivencia. Pero el drama que tiene que afrontar Caballero es el de una contradicción sangrienta. Pero mucho más irónica resulta la paradoja de que el fascismo español, que nunca lograría orquestar una cultura emblemática coherente, arrancara expresándose a través de imágenes cargadas del surrealismo más revelador. Ello servía  a Caballero de coartada interior y de pequeña, aunque inútil y cautamente solapada venganza que se diluía entre las delicuescencias de unos falangistas formados en el crisol burgués de vanguardismos anteriores al conflicto. Solo un ducho zorro, protagonista directo de las vanguardias, como Giménez Caballero, advertía el valor de dinamita desmovilizadora que el absurdo maridaje  entre Surrealismo y Fascismo podía acarrear y desconfiaba de la colaboración de Caballero…

 

Catálogo de la exposición antológica en el Centro Cultural de la Villa, Madrid, 1992, p. 23.

 

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